martes, 13 de noviembre de 2007

Aviones a 32.000 pies de altura.-

Mientras un poderoso Boeing 747 (jumbo-jet) me transportaba a una altura de 32.000 pies (término utilizado en aeronáutica) y con una velocidad de 960 kilómetros por hora (término utilizado por los pacientes viajeros) mi mente se turbó ante una avalancha de interrogantes que surgían espontáneos.

¿Quién pudo ser la persona que logró los vuelos con motor? Mi hijo contestó de inmediato: Fueron los hermanos Orville y Wilbur Wright en 1903 pero el vuelo solo duró 12 segundos. Es decir, la aviación se inició con el siglo XX.

Durante el vuelo admiraba el desarrollo del transporte comercial aéreo. Pensaba que este se debía no solo al progreso económico de los pueblos y al mejoramiento de las relaciones internacionales sino también al óptimo servicio de las compañías a sus pasajeros y a las tarifas cada día en descenso o por lo menos en poco ascenso. (¿Será cierta tanta belleza después del 11 de septiembre de 2002?) No descarté la posibilidad de que otro factor incidiera en ese desarrollo vertiginoso operado desde 1945. ¿Cuál sería? El progreso técnico en la aeronáutica es patente debido al estímulo creativo de la demanda de este medio de transporte rápido y seguro.

¿Será necesario aumentar la velocidad? Fue el primer interrogante a mi consideración mientras veía por la ventanilla un copo de nubes allá abajo aparentando un espectáculo invernal en Europa. Muchos expertos en la materia contestaron que como la demanda por este medio es cada día más creciente, el aspecto de velocidad tiene gran importancia para fomentarla más y más pero con estos requisitos: que el transporte de masa sea a tarifas cada vez más bajas acompañado de más frecuencias de vuelos y horarios convenientes.

Pierre Satre, técnico francés de aviación y experto en el avión Caravelle, nos responde el interrogante: “El tamaño de nuestro planeta es tal, que no tiene objeto aumentar la velocidad más allá de cierto límite (especialmente si se considera que el tiempo que el viajero ha de permanecer en tierra no disminuye de modo alguno en la misma proporción que el tiempo de vuelo)”.

¿Por qué, entre nosotros, en lugar de reducir las tarifas aéreas, están a 32.000 pies de altura? Fue una suspicaz pregunta del pasajero del lado que viajaba con su esposa y un ejército de muchachitos. Comentamos ampliamente el asunto y creímos, justificadamente, que mientras el turismo social no implante sus reales en Colombia no es posible que las tarifas bajen. Sencillamente porque ese fenómeno se opera cuando los volúmenes aumentan, se reducen los tiempos de viaje redondo y se disminuyen los tiempos de espera.

Actualmente, está comenzando a marchar una política gubernamental de fomento del turismo social; los empresarios están meditando sobre la posibilidad de hacerla viable, también, rebajando un poco sus tarifas. Conozcamos a Colombia, viajando por Colombia. ¿Pero a qué precios? A precios ajustables a las diversas economías familiares. Hay empresas aéreas que han comprendido esta nueva filosofía de ventas y están actuando en esa dirección.

El turismo no debe tener vigencia solo en las etapas de temporada. Hay que impulsarlo en tiempos normales a bajas tarifas.

¿Y de la seguridad qué? La seguridad en el transporte aéreo es cada día más acentuada: existe reducción en el número de fallas técnicas y humanas y toman auge las mejoras para predecir el tiempo y para aterrizar con cualquier condición atmosférica. A medida que la velocidad sea factor determinante en el volumen de pasajeros, los aviones supersónicos, seguros por la alta tecnología e investigaciones espaciales, estarán siempre al servicio en los viajes intercontinentales como el caso del A-380 de la empresa Singapore Airlines.

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