sábado, 8 de diciembre de 2007

El Jetón Ferro

Antonio María Ferro Bermúdez, más conocido como el Jetón Ferro, nació en Chiquinquirá el 1º de septiembre de 1876, pero este hecho no fue conmemorado ciento treinta años después como se hace con otros personajes, tal vez porque Bogotá ya no ríe; es huraña, desconfiada, triste e introvertida. Al Bogotá de hoy le hacen falta ingenios como el Jetón Ferro, quien pasó su vida buscando en todo el retruécano jocoso o haciendo la copla picaresca, la estrofa amorosa, el pequeño poema sentimental sin consecuencias, pero de efecto inmediato para el aplauso o para la sonrisa, como bien apuntó Luis E. Nieto Caballero.

Gran parte de su vida la pasó en la Isla de El Santuario, sita al centro de la legendaria laguna de Fúquene “rodeada de un paisaje de meliflua tristeza, de singular belleza y propicia al ensueño”. La laguna, según los biógrafos de este singular repentista, es una reminiscencia de la Gruta Simbólica y escenario de una legión de episodios intelectuales, donde surgió la mejor producción humorística.

El Jetón Ferro fue fundador de la Gruta Simbólica, de tanta fama en los medios intelectuales del siglo XIX y del XX, de la que hicieron parte Clímaco Soto Borda, Julio Flórez, José Asunción Silva, Rafael Pombo y Enrique Álvarez Henao.

Los últimos meses de vida del Jetón transcurrieron entre Bogotá y su isla, por razón de las continuas citas médicas que debía atender. Para recuperar su salud, vendió su paradisíaca estancia al Instituto Geográfico de Colombia que la adquirió para establecer allí un observatorio magnético internacional. Luego, se radicó en Bogotá, en la calle 46 # 8-49, casa de su sobrina Isabel casada con el Ingeniero Manuel José Melo Suárez.

Eran las dos de la tarde del 22 de noviembre de 1952 (hace 55 años). Con tranquilidad y dejando traslucir una sonrisa, propia de su concepción de la vida y del mundo, expiró en la paz del Señor.

Su última manifestación de humor fue ese día de su muerte cuando le sobrevino un vómito intenso. Al llegar la enfermera para ayudarlo le dijo: “Señorita, la estaba esperando con ansias”.

Sus deudos lo enterraron en la isla de El Santuario y sobre su tumba aparece el siguiente epitafio que el mismo Jetón redactó para su testamento literario:

“Aquí yace el calavera
que ordenó y dejó dispuestos
los bienes a su manera,
y a la GRUTA verdadera
tiró sus últimos RESTOS”.

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