viernes, 30 de noviembre de 2007

La tragedia de Santana

Era una mañana de cielo despejado y sol ardiente la del día 24 de julio de 1938. Al norte de la ciudad de Bogotá, en el campo de Santana, cerca a los cuarteles del Ejército Nacional, se presentaría una gran revista militar en honor de los presidentes Alfonso López y Eduardo Santos, electo. Una muchedumbre tomaba asiento en las tribunas. El concierto era verdaderamente bello: Elegancia, distinción, colorido, alegría en los rostros, orgullo en los corazones, animación y regocijo. Vida se advertía por doquier.

A las diez de la mañana se presentaron los presidentes, los ministros del Despacho, los diplomáticos e invitados especiales. Se localizaron en la tribuna central sobre la cual ondeaban los colores patrios. En la escalerilla, permanecía, con serenidad y altivez, el edecán militar, capitán Pardo Martínez, impidiendo la entrada a personas ajenas a ese círculo.

Miles de bogotanos se volcaron al campo, sin que muchos pudiesen entrar por falta de boletos o por variadas dificultades propias de estas aglomeraciones. El pueblo quedó detrás de las tribunas y, como es costumbre, "los piquetes" eran consumidos a la par que los toques marciales de las bandas de guerra.

La revista militar arrancó aplausos sonoros y entusiastas y en los ánimos se anidaba un sentimiento de seguridad ante los valerosos defensores de la Constitución y de las leyes. Para finalizar, estaban previstas maniobras aéreas. El capitán César Abadía comandaba el pelotón. Al occidente, unos puntos negros avanzaban velozmente hacia la ciudad jubilosa. Los ojos escudriñaban el horizonte y la emoción cundía. La maniobra de la "cola de ratón" se iba a ejecutar con precisión calculada.

Según el Coronel de la Fuerza Aérea, Manuel Villalobos, “la versión de que el piloto intentó arrancar de su mástil la bandera nacional fue producto, en esa época, de la imaginación de algunos espectadores profanos y cobró aceptación en la fantasía popular tal vez para relievar la audacia que caracterizaba a Abadía antes que para condenarlo. Desde el punto de vista técnico y físico tal osadía resultaba un imposible. Basta apreciar la longitud del diámetro de la hélice de un avión en sus revoluciones para comprender, sin esfuerzo, que un hombre requeriría extender su brazo, desde la posición de mando en la cabina, en proporciones inconcebibles para superar esa distancia. Y mucho más en el caso de un biplano como lo era el “hawk” conducido por el teniente Abadía”.

La conclusión de las maniobras fue la de que el ala izquierda rozó la escalerilla de la tribuna presidencial y se quebró; mató al capitán Pardo Martínez, se incendió el avión y a 40 metros detrás de la tribuna se hundió en el suelo habiendo votado en ese trayecto gasolina y fuego. En su mortal avance, varias decenas de vidas se cegaron; mutilados, deformes y quemados se multiplicaban. ¡Absurda tragedia de un día feliz! Sobre la vida, la muerte cayó voraz, sanguinaria, implacable y cruel. Después... silencio sepulcral, llantos, desesperación, terror, intenso dolor, histeria...

Continúa diciéndome el Coronel Manuel Villalobos en carta sobre este tema: “La investigación del accidente demostró que, por causa de la densidad atmosférica de Bogotá, la maniobra acrobática de “rollo lento” efectuada por el piloto a bajo nivel le hizo perder altura y que, al verse enfrentado a las tribunas, Abadía realizó un esfuerzo supremo para evitar la colisión imprimiendo a la máquina un viraje escarpado durante el cual, inevitablemente, el tren de aterrizaje alcanzó a golpear un extremo de la cubierta de la tribuna diplomática por sobre la cual pasó el avión para estrellarse, ya sin control, muchos metros detrás de tales instalaciones”.
Los muertos resultantes como consecuencia directas del accidente ascendieron a veinte. El resto, que hizo subir a 65 el total de las víctimas fallecidas, se ocasionó por el atropello de la multitud despavorida que procuraba huir del sitio del siniestro para escapar de la muerte, me asegura el mecenas de estos recuerdos, el Coronel Villalobos..

El informe técnico del siniestro fue desfavorable al capitán Abadía quien murió con el rostro desfigurado, el pecho abierto y los huesos destrozados.

Los entonces capitanes José Ignacio Forero y Francisco Santos C., el ingeniero Luis Gómez Grajales y el Inspector Técnico Justo Mariño, rindieron un extenso experticio al Gobierno sobre la tragedia y estas son algunas de sus conclusiones: “... lo que resulta incalificable, por la magnitud del error que comprende, es la última maniobra del viraje de 130 grados que pretendió ejecutar entonces, a solo veinte metros de altura y casualmente en la zona en que era casi segura la presencia de un enrarecimiento atmosférico proveniente de la irradiación del sol sobre el piso desnudo de vegetación y colmado de gentes. Se agrega, además, como agravante, la presencia de esa muchedumbre y el reducido espacio de que disponía para poder coronar con éxito su temerario intento...”. Igualmente, dicen que “constituye un error técnico por parte de cualquier piloto experto en acrobacias” realizar esa maniobra a tan poca altura.

Abadía trató de evitar la colisión contra la tribuna, procurando colocar el avión en contra-rumbo para esquivar el obstáculo contra el cual se iba a estrellar. Desgraciadamente, el ala de la máquina rozó una de las latas del improvisado tejado de las tribunas, se oyó un estallido seco y, luego, la máquina dio un salto como de campana para clavarse, finalmente, en la tierra. El mecánico de Abadía gritaba instantes después del accidente: “Yo se lo dije.. yo se lo dije.. yo se lo dije.. estaba loco...” ¿El mecánico sabría algo de la maniobra? Abadía era experto en esta clase de acrobacias y sabía siempre lo que hacía.

Ese mismo día, el presidente Alfonso López dictó el Decreto No. 1.340 por el cual el Gobierno compartía el sentimiento que había suscitado el siniestro de Santana, rendía emocionado tributo a las víctimas y declaraba duelo nacional, siendo de cargo del erario público las exequias y la asistencia de los heridos.

La tragedia de Santana conmovió a Bogotá y a toda América.

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martes, 20 de noviembre de 2007

Televisión vía satélite.

Es la media noche en Pleumeur-Boudou, villorrio de la Bretaña Francesa. Mi mente retrocede en el tiempo al martes 1º de julio de 1962. Existe ansiedad entre expertos de Televisión y Radio reunidos allí. Una pantalla chica es objeto de incesantes miradas. Un clamor general, unido al gozo de los presentes, se origina cuando la primera imagen de televisión norteamericana llega a Europa a través del espacio. Ha nacido Mundovisión y ha comenzado el imperio de la televisión vía satélite.

Mi mente analítica investiga las causas del alborozo. Para quienes vivimos en esta era, tal vez solo nos importe las imágenes claras y el sonido perfecto de una transmisión desde Italia o desde cualquier país del mundo. Pasamos por alto, posiblemente, las investigaciones realizadas, los medios utilizados, los instrumentos y equipos requeridos para que la imagen hiera nuestras pupilas. Pero parece indispensable señalar a ustedes, queridos lectores del Ultramar mental, esos aspectos técnicos que en esa célebre transmisión se tuvieron en cuenta.

En ese martes memorable, desde un estudio de televisión de New York se lanzaron imágenes diversas con objetivo una emisora de Andover, sitio cercano a las fronteras con el Canadá. De aquí las ondas pasaron al satélite artificial denominado “Telstar” donde se reflejaron devolviéndose a la misma tierra para ser recogidas en Pleumeur-Boudou por las potentes antenas receptoras que rastreaban el satélite. Habiéndose estimulado las ondas, que en ese paseo espacial se debilitan, se dirigieron conscientemente hacia París para su distribución a la tele audiencia francesa.

El satélite Telstar, intermediario en esta transmisión oceánica, fue lanzado desde Cabo Cañaveral el mismo día de la historia que les estoy narrando impulsado por un poderoso cohete. Su posición de giro alrededor de la tierra se encuentra a los 5.000 Km de distancia de ella. El Telstar consta de 2.530 conductores, de 1.064 transistores, de 1465 diodos y de aproximadamente 9.941 elementos diferentes que tienen por fin recoger la imagen que llega de la tierra y devolverla hacia ella en reflejo.

Un inconveniente fue analizado especialmente. El giro del satélite alrededor de la tierra, a una distancia de 5.000 Km duraba 2 horas y 40 minutos; por tanto, la imagen de reflejo aparecía en el televisor cada 2 horas y 40 minutos con permanencia de 15 minutos, tiempo de desplazamiento captado por la rastreadora y visto por la transmisora. Fue necesario, entonces, buscar mayores alturas de ubicación en órbita del satélite y aumentar el número de satélites comunicadores. Fue así como surgieron los proyectos General Electric de 10 satélites ubicados a 10.000 Km de distancia de la tierra y Communication Satellite Corporation (COMSAT) de 3 satélites a 35.000 Km

Posteriormente, en el año de 1964, surgió el “Pájaro Madrugador” en órbita de 35.000 Km de distancia de la tierra y ahí comenzó la carrera de progreso de la intercomunicación intercontinental a través de Mundovisión.

En este artículo no podemos dejar de mencionar los trabajos de John Logie Baird, escocés pionero en televisión y los sistemas electrónicos de TV creados por Isaac Shoenberg que permitían imágenes nítidas y confiables. Ambos pusieron a consideración del mundo sistemas opuestos de emisión. El primero con su televisión mecánica y el segundo con su televisión electrónica llamada EMI.

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martes, 13 de noviembre de 2007

Memorando muy mal entendido.....

Recibí de un lector el siguiente memorando que nos demuestra cómo cada persona que escucha un comentario lo tergiversa de conformidad como lo ha entendido.

"El testimonio humano es un medio de información y prueba de imprescindible ocurrencia, pero como vehículo de verdad peligroso en sumo grado, por lo cual las leyes de todos los paises lo rodean de precauciones, a veces confiadas a la crítica del juez y otras veces a normas expresas de experiencia universal" nos enseñó el Dr. Antonio Rocha Alvira, en la Cátedra "De la prueba en derecho" en la Universidad del Rosario.

Como podemos verlo, el testimonio es el relato que hace una persona de hechos de que ha tenido conocimiento directo o indirecto, ya por haberlos visto, oido, leido o intervenido en éllos.

Para prueba de lo anterior, podemos presentar a los lectores el correo que reibí:

"M E M O R A N D O:

De: PRESIDENTE
Para: GERENTE GENERAL

El lunes próximo, a eso de las siete de la tarde el cometa Halley se hará visible. Es un acontecimiento que ocurre cada 78 años. Reúna a todo el personal en el patio de la fábrica, todos usando casco de seguridad, que allí les explicaremos el fenómeno. Si llueve, este raro espectáculo no podrá ser visto a ojo desnudo, en ese caso entraremos al comedor donde será exhibido un documental sobre ese mismo tema.


De: GERENTE GENERAL
Para: JEFE DE PRODUCCIÓN

Por orden del Presidente, el lunes a las siete aparecerá sobre la fábrica el cometa Halley. Si llueve reúna a los empleados con cascos de seguridad y llévelos al comedor, donde tendrá lugar un raro espectáculo, que sucede cada 78 años a ojo desnudo.


De: JEFE DE PRODUCCIÓN
Para: SUPERVISOR

A pedido de nuestro gerente general, el científico Halley de 78 años, aparecerá desnudo en el comedor de la fábrica usando casco, porque va a ser presentado un documental sobre el problema de la seguridad en días de lluvia.


De: SUPERVISOR
Para: ASISTENTE

Todo el mundo desnudo sin excepción, deberá estar en el patio el lunes a las siete, donde el famoso músico Halley mostrará el vídeo bailando bajo la lluvia. El show se presenta cada 78 años.


De: ASISTENTE
Para: PERSONAL DE PLANTA

El jefe cumple 78 años el lunes y habrá una fiesta en el patio y el comedor con el famoso conjunto Bill Halley y sus cometas. Todo el que quiera puede ir desnudo pero usando casco, porque se va a armar un pinche desmadre aunque llueva".

El 9 de abril de 1948.- El Bogotazo

Bogotá, calificada como “la Atenas Suramericana”, era la anfitriona de la IX Conferencia Panamericana por el mes de abril de 1948 cuando el panorama de la política nacional no era el más propicio para celebrarla. Debido a muchos enfrentamientos entre los partidos por variados hechos de violencia en diversos municipios del país, el Partido Liberal se había retirado del Gobierno de Mariano Ospina Pérez obligando al Mandatario a constituir un Gabinete netamente conservador cuyo guía era el Dr. Laureano Gómez y aceptando que aquel partido no participase en la Conferencia como delegado por Colombia. Quien planteó esta estrategia política, en esos momentos, era el Dr. Jorge Eliécer Gaitán, Jefe de la colectividad.

El 8 de abril del año en cuestión, el Dr. Gaitán había obtenido un resonante triunfo profesional en el área del derecho penal. Después de celebrar este acontecimiento, al día siguiente asistió, como siempre, a su oficina situada en el Edificio Agustín Nieto (carrera 7ª entre calle 14 y Avenida Jiménez). Hacia el mediodía, aceptó ir a almorzar al Hotel Continental con sus entrañables amigos Plinio Mendoza Neira, Jorge Padilla, Alejandro Vallejo y Pedro Eliseo Cruz pero exigió salir rápidamente por cuanto que a las 3 de la tarde tenía una cita con los jóvenes cubanos, Fidel Castro y Rafael del Pino quienes vivieron a Bogotá a participar en la Reunión Interamericana de Estudiantes, organizada por la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU).

Bajaron por el ascensor y salieron del edificio, Gaitán adelante cogido por el brazo de Plinio Mendoza Neira y detrás los demás contertulios. Los relojes marcaban la una y cinco de la tarde. Tres disparos seguidos y, unos segundos después, otro más hicieron impacto en los pulmones y en la base del cráneo del Dr. Gaitán haciéndolo caer al suelo en estado preagónico.

El Dr. Cruz trató de auxiliarlo mientras los demás identificaban al asesino que aún estaba empuñando el revolver homicida. Consternados los amigos de Gaitán, quien aún respiraba, tomaron un taxi con destino a la Clínica Central, situada en la calle 12 entre carreras 4ª y 5ª. Pero la ciencia no le pudo a Tánatos.

Los primeros médicos que lo atendieron fueron Hernando Guerrero y Carlos Venegas, adscritos a la Clínica. A los pocos minutos se hicieron presentes los médicos Antonio Trías, Agustín Arango, Yezid Trebert Orozco, Raúl Bernet, Alfonso Bonilla Naar y Carlos Jiménez Guerra. Su trabajo fue infructuoso pues el líder ya se había ido.

A las afueras de la Clínica reinaba la confusión. El pueblo se amotinaba exigiendo tomarse el Palacio Presidencial. Los dirigentes del Partido Liberal llegaron a la Clínica preocupados: Darío Echandía, Carlos Lleras Restrepo, Alfonso Araujo, Alberto Arango Tavera, Plinio Mendoza Neira y Julio Roberto Salazar Ferro.

En esos momentos, se partía en dos la historia de Bogotá y de Colombia.

Mientras el conductor político moría, todo un pueblo se había abalanzado contra el asesino quien buscaba refugio en la vecina Droguería Granada. Los trabajadores de este establecimiento bajaron la reja que, posteriormente, fue forzada por la turbamulta y Juan Roa Sierra, el asesino, fue arrastrado por el pavimento sufriendo golpes y patadas hasta cuando expiró ante la violencia. Su cadáver quedó a las puertas de Palacio.

Roa Sierra era un hombre bajito, de 1.55 mts., moreno pálido, más bien joven, de cuerpo regular, manos grandes, nariz regular, con vestido marrón oscuro, zapatos amarillos viejos, camisa desgarrada en el cuello, corbata azul, pálido, despeinado, de estrato relativamente bajo. Cuando un empleado de la Droguería le indagó por qué había matado al Dr. Gaitán, dijo: “Ay señor, por cosas poderosas que no puedo decir...”

La ira de la muchedumbre ante el crimen de su conductor político, se mostró con saqueos, incendios, pillaje y muertes. Casi un centenar de casas y edificios públicos, la casa del Dr. Laureano Gómez, el periódico “El Siglo”, el Hotel Regina, La Nunciatura Apostólica, el Instituto de la Salle, la Universidad Femenina Javeriana, la iglesia de El Hospicio, el Palacio de Justicia, el Palacio Arzobispal, todos los establecimientos comerciales con nombres americanos o extranjeros, como Bauer, Bickenbach, Croydon, Glottman, Schimdt y los tranvías de la ciudad, fueron presa de las llamas. La muchedumbre gritaba, robaba los almacenes de víveres (más de 600) y se sentía dueña de la situación con la complacencia de la policía. Se solicitaba la renuncia del Presidente de la República pero no lo hace pues “más vale un Presidente muerto que un Presidente fugitivo”.

El ejército, seis días después del insuceso, tomó el control de la ciudad la cual, en esos momentos, presentaba un panorama desolador en el centro y en algunos alrededores. En ese nefasto día, murieron más de dos millares de personas, muchos perjuicios se causaron y bastante indemnizaciones se pagaron por parte del Gobierno. Además, varias situaciones políticas se presentaron para presionar la salida del Dr. Ospina de la Presidencia que no lograron tener el resultado deseado.

Aviones a 32.000 pies de altura.-

Mientras un poderoso Boeing 747 (jumbo-jet) me transportaba a una altura de 32.000 pies (término utilizado en aeronáutica) y con una velocidad de 960 kilómetros por hora (término utilizado por los pacientes viajeros) mi mente se turbó ante una avalancha de interrogantes que surgían espontáneos.

¿Quién pudo ser la persona que logró los vuelos con motor? Mi hijo contestó de inmediato: Fueron los hermanos Orville y Wilbur Wright en 1903 pero el vuelo solo duró 12 segundos. Es decir, la aviación se inició con el siglo XX.

Durante el vuelo admiraba el desarrollo del transporte comercial aéreo. Pensaba que este se debía no solo al progreso económico de los pueblos y al mejoramiento de las relaciones internacionales sino también al óptimo servicio de las compañías a sus pasajeros y a las tarifas cada día en descenso o por lo menos en poco ascenso. (¿Será cierta tanta belleza después del 11 de septiembre de 2002?) No descarté la posibilidad de que otro factor incidiera en ese desarrollo vertiginoso operado desde 1945. ¿Cuál sería? El progreso técnico en la aeronáutica es patente debido al estímulo creativo de la demanda de este medio de transporte rápido y seguro.

¿Será necesario aumentar la velocidad? Fue el primer interrogante a mi consideración mientras veía por la ventanilla un copo de nubes allá abajo aparentando un espectáculo invernal en Europa. Muchos expertos en la materia contestaron que como la demanda por este medio es cada día más creciente, el aspecto de velocidad tiene gran importancia para fomentarla más y más pero con estos requisitos: que el transporte de masa sea a tarifas cada vez más bajas acompañado de más frecuencias de vuelos y horarios convenientes.

Pierre Satre, técnico francés de aviación y experto en el avión Caravelle, nos responde el interrogante: “El tamaño de nuestro planeta es tal, que no tiene objeto aumentar la velocidad más allá de cierto límite (especialmente si se considera que el tiempo que el viajero ha de permanecer en tierra no disminuye de modo alguno en la misma proporción que el tiempo de vuelo)”.

¿Por qué, entre nosotros, en lugar de reducir las tarifas aéreas, están a 32.000 pies de altura? Fue una suspicaz pregunta del pasajero del lado que viajaba con su esposa y un ejército de muchachitos. Comentamos ampliamente el asunto y creímos, justificadamente, que mientras el turismo social no implante sus reales en Colombia no es posible que las tarifas bajen. Sencillamente porque ese fenómeno se opera cuando los volúmenes aumentan, se reducen los tiempos de viaje redondo y se disminuyen los tiempos de espera.

Actualmente, está comenzando a marchar una política gubernamental de fomento del turismo social; los empresarios están meditando sobre la posibilidad de hacerla viable, también, rebajando un poco sus tarifas. Conozcamos a Colombia, viajando por Colombia. ¿Pero a qué precios? A precios ajustables a las diversas economías familiares. Hay empresas aéreas que han comprendido esta nueva filosofía de ventas y están actuando en esa dirección.

El turismo no debe tener vigencia solo en las etapas de temporada. Hay que impulsarlo en tiempos normales a bajas tarifas.

¿Y de la seguridad qué? La seguridad en el transporte aéreo es cada día más acentuada: existe reducción en el número de fallas técnicas y humanas y toman auge las mejoras para predecir el tiempo y para aterrizar con cualquier condición atmosférica. A medida que la velocidad sea factor determinante en el volumen de pasajeros, los aviones supersónicos, seguros por la alta tecnología e investigaciones espaciales, estarán siempre al servicio en los viajes intercontinentales como el caso del A-380 de la empresa Singapore Airlines.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Los alumbrados de Navidad en Medellín

Por un amable envío de una querida lectora, tengo el gusto de transcribir apartes de un Boletín Informativo de las Empresas Publicas de Medellín sobre los alumbrados navideños en esa ciudad.

40 años cumplirán “los Alumbrados”:
EN DICIEMBRE, MEDELLÍN SERÁ “UN MUSEO DE NAVIDAD”


“En un principio, la festividad de la Navidad tuvo un carácter humilde
y campesino, pero a partir del siglo VIII comenzó a celebrarse con la pompa litúrgica que ha llegado hasta hoy, creando progresivamente la iluminación y decoración de los templos, los cantos, lecturas, misterios
y escenas piadosas que dieron lugar a representaciones al aire libre
del nacimiento del portal de Belén”.

-Pepe Rodríguez, historiador español, “Ritos y mitos de la Navidad”-


Desde la Patagonia hasta Rusia, desde Alaska hasta a la India, cada pueblo del mundo celebra la Navidad a su manera. Pero sus ritos, costumbres, y símbolos se han venido fundiendo a través de los siglos, al punto que las fronteras y orígenes de la más mágica época del año ya no existen, porque se han vuelto universales. No se sabe a ciencia cierta de dónde surgieron muchas de las festividades que hoy celebramos como si fueran nuestras, siempre con la misma actitud de asombro y de recogimiento.

Niño Jesús, Papá Noel, San Nicolás, Santa Claus… No importa quién traiga los regalos. Tampoco hace falta saber si el árbol de Navidad nació en Oriente o en Occidente, o si las campanillas, guirnaldas y trompetas son modernas o antiguas. Qué más da. La Navidad es simplemente un sentimiento que emociona y que contagia.

Y ese sentimiento, esa luz, esa magia que irradia la Navidad, es la que quiere transmitir Empresas Públicas de Medellín este año con “Medellín, un Museo de Navidad”, que recreará las mejores y más arraigadas tradiciones decembrinas del mundo, en un cuento de Navidad interminable que tendrá mucho de historia, pero también de imaginación y de creatividad.

Este año, Medellín será un gran Museo con múltiples galerías y una gran exposición: la Navidad. De eso se encargarán 15 millones y medio de bombillas multicolores, cientos de figuras, toneladas de papel metalizado, de cintas y cascadas luminosas, miles de kilómetros de mallas y monumentales estructuras de acero, que engalanarán a Medellín desde el 7 de diciembre, como preámbulo del Desfile de Mitos y Leyendas, y hasta el 7de enero de 2008".

jueves, 1 de noviembre de 2007

Guillermo Marconi

Revisando papeles viejos, encontré algunas anotaciones sobre un tema que puede ser del interés de mis lectores. Precisamente, durante las celebraciones del primer centenario del nacimiento de Guillermo Marconi en el Instituto Colombo-Italiano, un viejo marconista italiano –nacionalizado en Colombia-, siguiendo al ingeniero húngaro Michael Pupin, precisó que si ha de darse un nombre correcto a las ondas eléctricas, no puede ser otro que el de “Ondas Marconi” pese al bautizo de “Ondas Hertzianas” efectuado por el Bureau of Standars en l.964.

Previendo cualquier polémica que por esta afirmación pudiera surgir, Italo Amore, ya fallecido, aportó argumentos contundentes para sostener su tesis. Sin desconocer la importancia científica de Hertz quien, en su laboratorio, demostró las oscilaciones electromagnéticas, ya enunciadas por el escocés Maxwell veinte años antes, aseguró que se había exagerado en atribuirle a Hertz merecimientos en asuntos en los cuales no tuvo que ver, porque después del ensayo en su laboratorio se había dedicado a otros como los de la física, la óptica y la mecánica. En radio propagación, hertz se contentó con algunos metros de distancia y, siguiendo a Maxwell, afirmó erróneamente que todas las radio-ondas eran “cuasi-ópticas”. Pero a él se le debe el conocimiento de que las ondas electromagnéticas tienen las mismas propiedades de las luminosas y que se trasmiten con la velocidad de la luz.

En cambio, Guillermo Marconi –nacido en Bolonia el 25 de abril de 1874 e hijo de José Marconi y la irlandesa Ana Jameson- gastó su fortuna y la de su padre experimentando, por tierra y por mar, con las microondas pero al constatar que no alcanzaban distancia apreciables “en vez de abandonar la idea, siguió investigando y principió a descubrir y abrir en el espectro electromagnético una nueva gama de ondas que hoy llamamos radioeléctricas o marconianas” Inventó el detector magnético y descubrió, también, las ondas medias y las ondas largas con las cuales en 1901 llevó a cabo la famosa comunicación transatlántica, a distancia de 3,500 kilómetros, sin relevos ni repetidores, desde Poldhu (Cornualles), Inglaterra, hasta San Juan de Terranova, Canadá. Esta comunicación la realizó después de sus ensayos a través del Canal de la Mancha, entre Londres y Boulogne, a distancia de 48 kilómetros, el 20 de marzo de 1899.

Veintidós medallas de oro recibió Marconi durante su carrera científica, fuera del Premio Nobel de Física alcanzado en 1909 y de los honores que Italia le rindió. ¿Cómo se explica, entonces, el reemplazo de Marconi por Hertz? Para Italo Amore, tal hecho se debe a “errores e injusticias de la política internacional”.

El expositor del Colombo-Italiano recordó para finalizar su disertación, a Guillermo Valencia cuando cantó:

“ Fundió el sonido y el tiempo
“ fecundizó el espacio
“ magnificó la vida
“ eternizó el instante
“ Marconi, honor del mundo
“ Numen y prez del Lacio”.

El Teatro Colón de Bogotá

Tomás Ramírez y Dionisio del Villar, por licencia del virrey José de Ezpeleta, establecieron en Santafé de Bogotá una casa de comedia cuyas obras de construcción, iniciadas el 20 de agosto de 1792, las dirigió el arquitecto Do­mingo Esquiagui.

Por el año de 1886, Rafael Núñez la expropió de Bruno Maldonado y ordenó que sobre la edificación de simple mampostería, Cantini hiciera una integral reconstrucción. Artistas italianos de renombre intervinieron en ella: Rameli se encargó de la ornamentación, Mastellari y Menarino pintaron los frescos y Gatti en Florencia terminó el famoso telón de boca. En él caracterizaron los personajes más destacados del arte teatral: Hamlet, Carlos V, Carmen, Mefistófeles, Lucía, Traviata, Fígaro y otros héroes de la tragedia lírica.

Por primera vez se alzó este telón el día 27 de agosto de 1892 cuando debutaba la compañía de Augusto Cazzali con la ópera «Hernani» estando presente el primer magistrado de la nación, doctor Carlos Holguín.

Anexo al Teatro Colón, existió un agradable sitio de sublimes recuerdos: La Escuela de Arte Dramático, comúnmente llamada «El Palomar» con época de oro en vida de Víctor Mallarino. Por allí, destacados concertistas deleitaron a mi rancia sociedad; el teatro dramático menor fue la pasión de las nuevas generaciones y los recitales poéticos la delicia de todos los públicos. Muerto mi hijo, autor de «Hogar, Dulce Hogar», una serie de cuadros costumbristas y moralistas, El Palomar pasó a otras manos y se desvinculó definitivamente del Colón.

Posteriormente, la dirección del teatro lo re­mo­de­ló, amplió, promovió artes escénicas, presentó conciertos estudiantiles y populares, formó la Compañía Nacional de Teatro y continuó trayendo las mejores figuras del teatro, del concierto y de la, zarzuela. Con estas realizaciones se relievaría más la fama continental del Colón.

Y para ciertos críticos, olvidaba decirles que en 1898 llegó a Colombia y actuó con éxito la primera compañía de zarzuelas «Zimmerman y Uguetti».

Se seguirá ofreciendo sano esparcimiento espiritual y cultural en dicho recinto, donde la mística de sus directores ha evitado su desaparición. Conviene, pues, que Colcultura siga atenbdiendo las plegarias de los ciudadanos por su restauración para aliviar su tensión en esta época de veloz y agitado cambio.

El guayabo no se opera

El guayabo o resaca es un algo indefinido que está acompañado de ruidos pomarrosos, de un terror por la claridad solar y por los colores amarillos, de un deseo frenético de secar el Mar Caspio y de cierto dolor de cabeza localizado en su base y en sus frontales que poco dejan abrir los ojos. Para redondear la sintomatología, se advierte un nerviosismo hasta raro, un remordimiento atroz y la necesidad de conocer exactamente lo que pudo haber pasado durante “las lagunas” que aparecen, de cuando en cuando, durante “la tranca” (léase también “perra” o “rasca”, "resaca" en puro lenguaje cachaco). La conciencia surge con dedo inquisidor: ¿Por qué te desabrochaste la camisa?, ¿Por qué insultaste al venerable canónigo?, ¿Por qué metiste la pata contando los secretos de doña Petra?, ¿Por qué miraste más de la cuenta los abismos pectorales de doña Cecilia?, ¿Por qué irrespetaste a las damas, que en un rincón de la sala, hablaban mal de sus maridos? Y así por el estilo, surgen interrogantes imaginarios a los cuales no es posible contestar.

Para Rafael Arango Villegas, dechado de ingenio y humor, el guayabo es un rey que cobra severos tributos a quienes se codean con Baco. Por eso, lo llama “su majestad el guayabo” que aparece inserto en una obra publicada en 1961 por la Editorial De Bedout de Medellín.

Como puede ser de interés para mis amigos que gustan de las reflexiones en el espacio (léase elucubraciones) y para quienes de viernes en viernes o de tarde en tarde sufren esta extraña entidad nosológica y desean conocer su patología para acertar en la terapéutica precisa, transcribo algunos criterios del autor mencionado que nos puede ser, además, para curar (mas no para operar) esa cosa tan horrenda que se llama guayabo.

“¡Ah! el guayabo! Aquel terrible despertar del lunes, con un sabor en la boca de estribo de cobre, una sed de desierto en las entrañas, que se acrecienta con el dulce murmurar de imaginadas cascadas de Kola, de cerveza y de frescas limonadas y un atroz remordimiento en la conciencia como si uno hubiera asesinado al muchachito de Lindbergh”.

Para este ingenioso hombre de la montaña, el guayabo es una enfermedad de hombres porque las mujeres no podrían resistirlo a menos que usaran medias coloradas y tuvieran en la cara un “aruñito de barbera”. Es una maldición de Dios lanzada cuando el hombre tuvo con Él aquel disgusto en el Jardín del Paraíso por la cuestión aquella de la fruta que la mujer mordió de primera.

No sé por qué escribí hoy sobre el guayabo. Pero si usted, estimado lector, me lee con uno de esos, haga un viaje mental por los sitios recorridos y verá cómo el remordimiento surgirá para no volver a caer en la tentación de aceptar un cóctel de 7 a 9 p.m. de los que se acostumbran en muchas ciudades de nuestro país para toda clase de acontecimientos, inclusive para inaugurar el cerebro con un pensamiento. Si usted no es de esos, siga reflexionando en el espacio sobre el tema.