jueves, 1 de noviembre de 2007

El Teatro Colón de Bogotá

Tomás Ramírez y Dionisio del Villar, por licencia del virrey José de Ezpeleta, establecieron en Santafé de Bogotá una casa de comedia cuyas obras de construcción, iniciadas el 20 de agosto de 1792, las dirigió el arquitecto Do­mingo Esquiagui.

Por el año de 1886, Rafael Núñez la expropió de Bruno Maldonado y ordenó que sobre la edificación de simple mampostería, Cantini hiciera una integral reconstrucción. Artistas italianos de renombre intervinieron en ella: Rameli se encargó de la ornamentación, Mastellari y Menarino pintaron los frescos y Gatti en Florencia terminó el famoso telón de boca. En él caracterizaron los personajes más destacados del arte teatral: Hamlet, Carlos V, Carmen, Mefistófeles, Lucía, Traviata, Fígaro y otros héroes de la tragedia lírica.

Por primera vez se alzó este telón el día 27 de agosto de 1892 cuando debutaba la compañía de Augusto Cazzali con la ópera «Hernani» estando presente el primer magistrado de la nación, doctor Carlos Holguín.

Anexo al Teatro Colón, existió un agradable sitio de sublimes recuerdos: La Escuela de Arte Dramático, comúnmente llamada «El Palomar» con época de oro en vida de Víctor Mallarino. Por allí, destacados concertistas deleitaron a mi rancia sociedad; el teatro dramático menor fue la pasión de las nuevas generaciones y los recitales poéticos la delicia de todos los públicos. Muerto mi hijo, autor de «Hogar, Dulce Hogar», una serie de cuadros costumbristas y moralistas, El Palomar pasó a otras manos y se desvinculó definitivamente del Colón.

Posteriormente, la dirección del teatro lo re­mo­de­ló, amplió, promovió artes escénicas, presentó conciertos estudiantiles y populares, formó la Compañía Nacional de Teatro y continuó trayendo las mejores figuras del teatro, del concierto y de la, zarzuela. Con estas realizaciones se relievaría más la fama continental del Colón.

Y para ciertos críticos, olvidaba decirles que en 1898 llegó a Colombia y actuó con éxito la primera compañía de zarzuelas «Zimmerman y Uguetti».

Se seguirá ofreciendo sano esparcimiento espiritual y cultural en dicho recinto, donde la mística de sus directores ha evitado su desaparición. Conviene, pues, que Colcultura siga atenbdiendo las plegarias de los ciudadanos por su restauración para aliviar su tensión en esta época de veloz y agitado cambio.

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