martes, 13 de noviembre de 2007

El 9 de abril de 1948.- El Bogotazo

Bogotá, calificada como “la Atenas Suramericana”, era la anfitriona de la IX Conferencia Panamericana por el mes de abril de 1948 cuando el panorama de la política nacional no era el más propicio para celebrarla. Debido a muchos enfrentamientos entre los partidos por variados hechos de violencia en diversos municipios del país, el Partido Liberal se había retirado del Gobierno de Mariano Ospina Pérez obligando al Mandatario a constituir un Gabinete netamente conservador cuyo guía era el Dr. Laureano Gómez y aceptando que aquel partido no participase en la Conferencia como delegado por Colombia. Quien planteó esta estrategia política, en esos momentos, era el Dr. Jorge Eliécer Gaitán, Jefe de la colectividad.

El 8 de abril del año en cuestión, el Dr. Gaitán había obtenido un resonante triunfo profesional en el área del derecho penal. Después de celebrar este acontecimiento, al día siguiente asistió, como siempre, a su oficina situada en el Edificio Agustín Nieto (carrera 7ª entre calle 14 y Avenida Jiménez). Hacia el mediodía, aceptó ir a almorzar al Hotel Continental con sus entrañables amigos Plinio Mendoza Neira, Jorge Padilla, Alejandro Vallejo y Pedro Eliseo Cruz pero exigió salir rápidamente por cuanto que a las 3 de la tarde tenía una cita con los jóvenes cubanos, Fidel Castro y Rafael del Pino quienes vivieron a Bogotá a participar en la Reunión Interamericana de Estudiantes, organizada por la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU).

Bajaron por el ascensor y salieron del edificio, Gaitán adelante cogido por el brazo de Plinio Mendoza Neira y detrás los demás contertulios. Los relojes marcaban la una y cinco de la tarde. Tres disparos seguidos y, unos segundos después, otro más hicieron impacto en los pulmones y en la base del cráneo del Dr. Gaitán haciéndolo caer al suelo en estado preagónico.

El Dr. Cruz trató de auxiliarlo mientras los demás identificaban al asesino que aún estaba empuñando el revolver homicida. Consternados los amigos de Gaitán, quien aún respiraba, tomaron un taxi con destino a la Clínica Central, situada en la calle 12 entre carreras 4ª y 5ª. Pero la ciencia no le pudo a Tánatos.

Los primeros médicos que lo atendieron fueron Hernando Guerrero y Carlos Venegas, adscritos a la Clínica. A los pocos minutos se hicieron presentes los médicos Antonio Trías, Agustín Arango, Yezid Trebert Orozco, Raúl Bernet, Alfonso Bonilla Naar y Carlos Jiménez Guerra. Su trabajo fue infructuoso pues el líder ya se había ido.

A las afueras de la Clínica reinaba la confusión. El pueblo se amotinaba exigiendo tomarse el Palacio Presidencial. Los dirigentes del Partido Liberal llegaron a la Clínica preocupados: Darío Echandía, Carlos Lleras Restrepo, Alfonso Araujo, Alberto Arango Tavera, Plinio Mendoza Neira y Julio Roberto Salazar Ferro.

En esos momentos, se partía en dos la historia de Bogotá y de Colombia.

Mientras el conductor político moría, todo un pueblo se había abalanzado contra el asesino quien buscaba refugio en la vecina Droguería Granada. Los trabajadores de este establecimiento bajaron la reja que, posteriormente, fue forzada por la turbamulta y Juan Roa Sierra, el asesino, fue arrastrado por el pavimento sufriendo golpes y patadas hasta cuando expiró ante la violencia. Su cadáver quedó a las puertas de Palacio.

Roa Sierra era un hombre bajito, de 1.55 mts., moreno pálido, más bien joven, de cuerpo regular, manos grandes, nariz regular, con vestido marrón oscuro, zapatos amarillos viejos, camisa desgarrada en el cuello, corbata azul, pálido, despeinado, de estrato relativamente bajo. Cuando un empleado de la Droguería le indagó por qué había matado al Dr. Gaitán, dijo: “Ay señor, por cosas poderosas que no puedo decir...”

La ira de la muchedumbre ante el crimen de su conductor político, se mostró con saqueos, incendios, pillaje y muertes. Casi un centenar de casas y edificios públicos, la casa del Dr. Laureano Gómez, el periódico “El Siglo”, el Hotel Regina, La Nunciatura Apostólica, el Instituto de la Salle, la Universidad Femenina Javeriana, la iglesia de El Hospicio, el Palacio de Justicia, el Palacio Arzobispal, todos los establecimientos comerciales con nombres americanos o extranjeros, como Bauer, Bickenbach, Croydon, Glottman, Schimdt y los tranvías de la ciudad, fueron presa de las llamas. La muchedumbre gritaba, robaba los almacenes de víveres (más de 600) y se sentía dueña de la situación con la complacencia de la policía. Se solicitaba la renuncia del Presidente de la República pero no lo hace pues “más vale un Presidente muerto que un Presidente fugitivo”.

El ejército, seis días después del insuceso, tomó el control de la ciudad la cual, en esos momentos, presentaba un panorama desolador en el centro y en algunos alrededores. En ese nefasto día, murieron más de dos millares de personas, muchos perjuicios se causaron y bastante indemnizaciones se pagaron por parte del Gobierno. Además, varias situaciones políticas se presentaron para presionar la salida del Dr. Ospina de la Presidencia que no lograron tener el resultado deseado.

No hay comentarios: